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En Medellín crearon un Brazo Amigo para mejorar la movilidad de personas en silla de ruedas

“Con el Brazo Amigo puedo ir a dónde desee o necesite” 

Lo tuvo todo y en un instante la vida se lo arrebató. Pasó por muchas etapas hasta que aceptó su destino.  Y luego de esto, un día se dio a la tarea de crear un dispositivo al que él llamo Brazo Amigo, que le permite ir con su silla de ruedas a donde él quiera. Se llama Homel y presta sus servicios a las personas como servidor público en el cargo de validador del tema de accesibilidad en la Unidad de Discapacidad de la ciudad, adscrita a la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín. Esta es su historia.

Homel Albeiro Calvo Arroyave, tiene 45 años edad y vive en Medellín en el barrio Villa Hermosa, comuna 8. De joven fue arriesgado, fiestero, liberado, sin límites, sin miedos, con mil amores y alejado de su familia. “Desestimé estudiar porque conseguí dinero, ropa y viajes. No cuidé mi cuerpo, tampoco de mi ser, solo escuchaba a mi razón, esa era mi fuerza y mi poder”, cuenta Albeiro como lo llamaban sus “amigos”.

El cambio en su vida

Un día su vida dio un vuelco al sufrir un accidente en una motocicleta que le ocasionó un aplastamiento de la médula espinal y como consecuencia de esto, no pudo volver caminar. Su accidente fue un llamado de atención como él lo define: “me sucedió por no apreciar lo valiosa que es la vida, desobedecí el sentimiento de mi madre, pasé por encima de mis hermanos y no respeté la vida. Todo lo que me pasó, yo mismo me lo busqué”.

Sus primeros cinco años de discapacidad fueron un caos y un tormento. “Sentí un inmenso dolor en mi espalda y en mis manos”, afirma sentado en su silla de ruedas, con su mirada perdida, quizás recordando esas épocas de sufrimiento, confusión y desconcierto.

Después del accidente -narra Homel- estaba lleno de heridas, pesares, resentimientos, ira e impotencia. Estuvo por mucho tiempo con una fiebre de 38 grados que lo hacía tirar al piso buscando la quietud, tratando de ponerse de pie e imaginar revertir lo imposible. Cada mes estuvo hospitalizado con las piernas hinchadas lleno de secuelas.

Sin terminar de aceptar y asumir lo sucedido, en un día tranquilo viendo la televisión, le surgió el primer ataque de epilepsia y se despertó en la Unidad Intermedia del barrio Doce Octubre “sin saber quién era, ni mi nombre ni el de mi ama y con un dolor de cabeza inmenso”; ahí empezaron las convulsiones y su pensamiento le decía que “me estaba trabajando una bruja resentida conmigo”.

Brazo amigo

Homel y su hermano Neil Alexánder exponiendo en Ruta N

Días después, buscó oficio; envió una hoja de vida a Avon y se la aceptaron. Él siempre ha tenido la habilidad en las manos y pensó que su conocimiento en relojería y joyería había que aprovecharlo, sintió que podía salir adelante. Cuando sin pensarlo llegó la segunda convulsión en su lugar de trabajo. “Volví a despertar en la Unidad Intermedia de no sé dónde, luego me despidieron y comencé un tratamiento con el neurólogo”.

Explica Homel “Yo era adinerado, surreal, muchas personas me seguían y hacían lo que yo quería”. Su ama, como él llama a su madre, le dijo: “a usted lo siguen porque tiene dinero, pero cuando no lo tenga más, va a conocer a sus amigos”. Después de esta frase sabia de su ama manifiesta que “aprendí que al hombre sin plata lo pintó Dios muerto”.

Sabiendo que convulsionaba, que estaba en una silla de ruedas, sin dinero y sin amigos, no tuvo más de otra que aferrarse a la vida y a la fuerza de voluntad que esta brinda, pero inició de nuevo la convulsión. “Cuando estaba logrando algo bueno en mi vida, la enfermedad llegaba y terminaba en el hospital”. 

Y llegó una palabra de aliento para volver a comenzar 

Homel logró graduarse de bachiller Técnico y sus estudios superiores fueron en el área de sistemas, Técnico en Electrónica y en Mecánica, además de ser “egresado de la universidad de la calle”.

Un día normal, luego de salir de clases, se encontró con un viejo amigo que le notó su ira y su tristeza y le dijo: “sabe qué Albeiro, aunque usted esté en esa silla y su mente esté buena, usted nunca deja de ser quién es y nadie tiene la culpa de lo que le pasó”.

Palabras que le quedaron sonando en su cabeza. Desde ese momento Homel reflexionó sobre su abandono y su ira. Fue entonces que ese día vio un camino. “Le pedí valor y sabiduría a la vida para seguir adelante y esas palabras de mi amigo me reiniciaron mi ánimo”.

Otro día, en el 2001, decidió botar al inodoro las pastillas que le controlaban las convulsiones y para el año 2005 decidió vivir con su novia. “Por esa época fue mi última convulsión, conseguí empleo en un almacén de cadena y volví a comenzar”.

Mientras cuenta su historia le pregunté: ¿Qué es lo más difícil que le ha tocado superar? Y él con una sonrisa que solo lo permite la experiencia dice: “superé la epilepsia, duré 12 años en restablecer mi cuerpo y los cinco primeros años de discapacidad fueron caos y tormento. Sentir el inmenso dolor en mi espalda, en mis manos, que es inexplicable y lo que me falta de aceptación de mi propia realidad, también es algo muy difícil”. 

El hoy de Homel

Actualmente se considera un hombre muy ocupado y esto sí es muy real. Homel invirtió su tiempo en sentirse feliz, útil y en ayudarle a otras personas. Ahora le gusta hacer deporte y entrena con la selección Antioquia de tenis de mesa; además trabaja en su negocio ambulante, “el que me ha dado pan por muchos años” y como si fuera poco es validador del tema de accesibilidad en la Unidad de Discapacidad de la ciudad, adscrita a la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín.

Y en medio de toda esta situación, un día decidió dedicarse a la fabricación y desarrollo de lo que él llama el Brazo Amigo, un propulsor para las sillas de ruedas. En las noches perfeccionó su ensamble y producción y con una sonrisa y agradecido con la vida dice “ya quemé la etapa de la fiesta, de la farra y me volví súper juicioso”.

Gracias al accidente en su vida siente que: “me volví más paciente, más tolerante, más reservado, más seguro y más visionario; además de buscar la esperanza que trae el día a día”. Su vida ya tiene un valor, desde el amor que lo llevó a su ser interior para descubrir sus capacidades y talentos; quizás, gracias a ese suceso, su vida cambió y se la está cambiando a otros. 

Homel Albeiro Calvo Arroyave

Homel Albeiro Calvo Arroyave y su sobrino Matías

De su interior salió la solución

Ya hace cinco años que fabricó el Brazo Amigo: un motor propulsor de sillas de ruedas convencional; una solución de vida para él y para otros. “A veces le he dicho a mi silla de ruedas que la amo, ella es mis pies, sin ella no sería nada”. 

Sin embargo, fueron muchos los aprendizajes en su silla: las caídas, las fracturas del túnel del carpio, el manguito rotador de ambos manos y la pérdida de la fuerza. “Pensaba en mis adentros que ya no puedo caminar y ahora sin manos no soy nada”. Y estando en esas, se fue a buscar ayuda al Comité de Rehabilitación, pero esta le fue negada.

Su vida era un infierno por dentro. “Salí de allí con la mentalidad puesta en una solución para mi silla de ruedas y con esa inquietud en la cabeza”.  Era sí o sí, era enfrentar ese reto que de nuevo la vida le ponía como si estuviera ensañada con él.

Al día siguiente, cuando se levantó muy temprano en la mañana y con un poco de resaca por el día anterior, tuvo la idea del plano del Brazo Amigo para ponerle a su silla de ruedas.

El Brazo Amigo

De inmediato se puso en la exploración de lo que requería para llevar a cabo esa idea que le iba a salvar la vida a él y a otras personas. Hablando con su hermano Neil Alexánder, que es ingeniero electrónico, iniciaron la búsqueda y literalmente buscaron hasta en la China, para encontrar un motor que se acoplara a su silla.

Se diseñaron varios prototipos, hasta que en el año 2018 quedó listo y de ahí en adelante ha sido una mejora continua. “Todo partió de la necesidad, si no fuera por el Brazo Amigo otro sería el cuento. La idea es tratar de mejorar cada día esta herramienta para aportar a la calidad de vida de las personas en sillas de ruedas”.

Relata Homel que “con el Brazo Amigo puedo ir a dónde desee o necesite”. 

La patente 

Es de resaltar que este propulsor de sillas de ruedas ya cuenta con su patente otorgada por la Superintendencia de Industria y Comercio que lo denominan como: un propulsor electromecánico adaptable a sillas de ruedas que incluye una llanta omnidireccional de varios discos de diseño especifico. Además, asevera Homel que “creo que soy la primera persona en Colombia, con discapacidad, que tiene una patente”.

Ha vivenciado el afecto, el respeto, el desapego y el desprecio y aun así cree en las personas y en que les puede ayudar. “En realidad todos vivimos con algún tipo de discapacidad, aunque no se puede reflejar como la mía que es notable”. 

Su lección de vida 

“He aprendido que no somos nada, que Dios es la luz que fortalece y brinda guía; que quién se rinde ante las dificultades, no merece y que quién ama y vive para servir, siempre tendrá una sonrisa en su rostro y en su alma”, concluye Homel, sabiamente.Brazo amigo

Y con su Brazo Amigo, se desplaza adonde quiere en su silla de ruedas, con la mirada firme en su objetivo y con un horizonte lleno de esperanza.

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