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La medicina ancestral tiene su magia

A Luz Adriana se le estaba aguando el Petronio. De un momento a otro le llegó un cólico tan fuerte, que debido a los retorcijones se le desbarató el moño del turbante, se le chorreó el maquillaje y se le ensució el blanco vestido, mientras renegaba en medio del llanto.

Su ángel salvador apareció de la nada. “Espere un tantico” le dijo el viejo Mauro. Y en cuestión de minutos llegó con los productos mágicos de la Casa Maya Huasca que prepara la chocoana Irina Cañanas, los cuales comercializa en el stand 51 de la Ciudadela del Petronio, ubicado en la Unidad Deportiva Alberto Galindo, de Cali.

Las manos prodigiosas de Irina frotaron en el vientre de Luza la pomada Herbolaria, preparada con hojas de coca, marihuana, caléndula, eucalipto, manzanilla, romero, anamú y la capsaicina, sustancia que se encuentra en el ají y cuya acción consiste en afectar las células nerviosas de la piel que están asociadas con el dolor, lo que provoca una disminución de la actividad de estas células nerviosas y una menor sensación de dolor.

En cinco minutos y como por arte de magia, los dolores se fueron, Luz Adriana volvió a sonreír, se acomodó el moño, se restregó los ojos, se olvidó del manchón de la falda y salió cantando: “Meté la mano, sacá y güelé”…

Todo gracias a que Irina aprendió de sus ancestros la fusión de las tradiciones del pacífico y el Putumayo, en las que los conocimientos curativos de los negros y los indígenas pasan de generación en generación.

Igual lo hace con las sales medicinales para relajar los pies cansados, hacer fluir la mala circulación, evitar y sanar la vena varice, combinándolas con agua hervida para usarse como compresas o inhalando su vapor para combatir la Covid, ya que descongestiona las vías respiratorias y desintoxica el organismo a través de los poros.

El purgante natural  lo elabora con zen, acacia y boldo, mezclados en sus justas proporciones, para luego ser diluido en jugo de naranja y continuar el tratamiento con una dieta líquida en la que se pueden ingerir alimentos ligeros, dado que por su efectividad, suelta el estómago.

Como buena terapeuta holística, Irina no solo se quedó en la medicina ancestral que aprendió de su abuela sabedora y de su esposo médico Reiky, sino que se dejó atrapar por la magia de los brujos, quienes han tenido mucha incidencia en sus productos, pues el chamanismo, los baños de limpiezas energéticas, los perfumes con plantas de quereme, abrecaminos, sígueme, pega-pega y venturosa, que contienen feromonas para acercar al ser amado y las semillas de mostaza para la abundancia y la prosperidad, así como la raíz de mandrágora para proteger y atraer, le proporcionan ese magnetismo que trae buenas vibras para que todo funcione a la perfección.

En su repertorio también está el yagé, el cual es trabajado con ceremonia de toma, sin ser un viaje en el que la persona se pueda quedar, sino que es un encuentro con sí mismo para arreglar su vida y no para alucinar; mientras que los amuletos de protección los da curados con rezos para que no penetren las malas vibras y no le pase nada malo al portador.

Y en medio de arrullos, chirimías, violines caucanos y acordes de marimba, la terapeuta Irina acariciaba con sus manos las muñecas y la parte trasera de las orejas de un joven y apuesto camarógrafo, que solo tenía en mente levantarse una morocha con la aromaterapia cargada de feromonas que le estaban aplicando. Este salió cantando: “Beban, bailen, griten, jodan… la vamo a tumbá”…

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