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Murió el expresidente Alan García al dispararse en la cabeza

El expresidente peruano Alan García se disparó este miércoles en su domicilio de Lima cuando iba a ser detenido por orden de la Justicia por supuestos delitos de corrupción vinculados al caso Odebrecht, según medios peruanos. En medio de una gran confusión, el exmandatario (1985-1990 y 2006-2011) fue ingresado en el hospital Casimiro Ulloa de Lima, a donde fue trasladado por la policía. Testigos consultados por la televisión peruana indicaron que García entró cubierto por una manta roja y, poco después, su hijo ingresó rápidamente en el hospital.

 

El abogado del exmandatario, Erasmo Reyna, confirmó la noticia, y comunicó que su cliente es operado de urgencia por herida de bala en la cabeza.

 

“Esta mañana ha sucedido este lamentable accidente: el presidente tomó la decisión de dispararse”, dijo Reyna en la puerta del Hospital de Emergencias Casimiro Ulloa, en Lima.

El dos veces presidente Alan García es uno de los estadistas más hábiles de Perú experto en resurrecciones políticas, hasta que a los 69 años se vio acorralado por las ramificacaciones de la red de corrupción Odebrecht que salpicó a otros tres exmandatarios peruanos.

 

El cerco de la investigación Odebrecht comenzó a estrecharse de manera apremiante sobre la figura de García a fines de año pasado, cuando fracasó en su intento de conseguir asilo en Uruguay para eludir la investigación de la fiscalía por supuesta corrupción.

 

En noviembre había ingresado a la embajada uruguaya en Lima, donde solicitó asilo alegando “persecución política”, pero Montevideo rechazó su pedido y al cabo de 16 días tuvo que marcharse a su casa.

 

Fue la primera vez en una prolífica carrera política de cuatro décadas que el líder socialdemócrata peruano, hoy muy impopular en su país, enfrentó aprietos judiciales.

 

Nacido en Lima el 23 de mayo de 1949, su vida familiar fue igualmente azarosa. Padre de seis hijos de tres relaciones diferentes, también tiene un nieto. Estaba residiendo hasta el año pasado entre Lima y Madrid, donde vivía su actual pareja con su hijo menor.

 

A pesar de la impopularidad que arrastró luego del desastre económico de su primer gobierno (1985-1990), ganó la presidencia nuevamente en 2006 al frente del APRA, el partido más antiguo y sólido de Perú.

 

En 2006 su reelección se pudo explicar porque tuvo como rival en segunda vuelta al militar nacionalista Ollanta Humala, identificado con el entonces gobernante venezolano Hugo Chávez. García fue el mal menor, dijo entonces el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa.

 

Los analistas consideraron que su resurrección política se debió, además, a sus extraordinarias cualidades como candidato, que le permitieron contrarrestar los fantasmas de su primer gobierno y mostrarse como alguien más reposado y sin esos arranques impulsivos que llevaron a que alguna vez lo llamaran “Caballo Loco”.

 

“Sólo Dios y los imbéciles no cambian”, señaló García para reforzar su mea culpa y su metamorfosis al dejar de ser promotor de la intervención estatal en la economía y abrazar el libre mercado.

 

Su primera gestión había dejado una nación en una profunda crisis económica y moral. Su política económica estuvo marcada por un severo control del tipo de cambio, la estatización de la banca y una inflación anual de más de 7.600% en 1990.

 

Por otro lado, la violencia terrorista del grupo maoísta Sendero Luminoso alcanzó sus picos durante su primer gobierno, que fue acusado tanto de ineficiencia como de excesos en la lucha antisubversiva, incluso con la formación de escuadrones de la muerte. Pero estas acusaciones, al igual que los cargos de corrupción que quiso endilgarle el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quedaron en nada.

 

Perseguido tras el autogolpe de Fujimori en 1992, García pidió asilo en Colombia y luego en Francia, regresando a Perú en 2001 cuando todas las acusaciones en su contra habían prescrito. En su segunda presidencia, de 2006 a 2011, se adaptó a la vigente economía neoliberal de la que había renegado en su primer gobierno y logró borrar los malos recuerdos que dejó.

 

No obstante, la sombra de la corrupción lo siguió persiguiendo, al igual que entonces. Las encuestas venían mostrando en los últimos meses que Alan García es el político más impopular de Perú, con un rechazo de 80%.

 

Antes de emitirse la orden de detención, García había declarado el martes que no se asilaría ni escondería, en tácita alusión al frustrado asilo que pidió a Uruguay en diciembre. La justicia dictó en ese mes 18 meses de impedimento de salida del país.

La detención ordenada a García era por 10 días y buscaba, según la fiscalía, recoger nuevos elementos en la investigación ante un eventual riesgo de fuga.

 

A fines de 2018 Alan García, tras abandonar la embajada uruguaya, dijo que estaba a disposición de la fiscalía de lavado de activos que lo investiga por corrupción. El exmandatario permaneció durante 16 días en la embajada uruguaya, donde solicitó asilo “ante la inminencia de una orden de detención”. El pedido fue rechazado por el gobierno de Uruguay tras revisar la documentación entregada por Lima y por el solicitante.

En las últimas semanas García reiteró que “no existe ninguna delación, prueba o depósito que me vincule a ningún hecho delictivo y mucho menos con la empresa Odebrecht o la realización de alguna de sus obras”.

 

El expresidente peruano es sometido a una investigación preliminar de la fiscalía pero aún no es un procesado. Según la fiscalía, el entonces presidente García y otros 21 funcionarios conspiraron para “facilitarle” a la empresa holandesa ATM Terminals que ganara en 2011 la concesión de la Terminal Norte del puerto del Callao, vecino a Lima.

 

Por el escándalo de Odebrecht en Perú también están investigados los exmandatarios Alejandro Toledo (2001-2006), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), éste último bajo detención preliminar hasta el 20 de abril, así como la opositora Keiko Fujimori, quien está en prisión preventiva.

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